Todos estábamos vivos

En el Madrid frenético ochentero de la Movida, una joven de la alta sociedad aparece muerta por sobredosis en un portal de Malasaña. Amigos y familiares tratan de entender lo que ha sucedido y así se revelará el lado más oscuro de una época que prometía libertad y acabó cobrándose la vida de mucha gente. Un drama generacional increíblemente emotivo.

 

Antes de que amaneciera, una figura desplomada en el portal de un edificio de Malasaña rompe la calma de la madrugada. El maquillaje corrido, la melena punk, las botas altas… todos creen que es Siberia, icono de la noche madrileña. Pero bajo aquel disfraz estaba Adela, la hija de la marquesa de Argol, muerta después de una noche frenética que comenzó en el histórico concierto homenaje a Canito en la Escuela de Caminos, el que encendió la chispa de la Movida y apagó para siempre la suya.

Para entender cómo llegó hasta allí hay que volver a la Nochevieja anterior. En una fiesta en un chalé de la calle Pío XII, Adela apareció con Teo, su novio, y se cruzó con viejos conocidos: Aldo y Ric, compañeros inseparables, y Diana, una amiga del pasado de la que se había distanciado por rencillas entre las madres de ambas. Aquella noche se plantaron las semillas de una traición, pues Teo salió del chalé con el número de teléfono de Diana en el bolsillo. Días después, Teo buscó a Diana en la discoteca Vía Láctea y se adentró en los turbios negocios que ella le proponía. La droga y la fascinación por el peligro hicieron el resto, y Teo comenzó un romance con Diana.

Mientras Teo se hundía en ese mundo de trapicheos y drogas, Adela lo perseguía de bar en bar. En un momento dado, Teo aparece para pedirle a Adela un valioso collar que le había regalado su madre. ¿El motivo? Grabar una audición para un grupo punk en el que él soñaba con tocar con el collar puesto para llamar la atención. Sin embargo, Teo tiene otra intención totalmente distinta: vender el collar para saldar las deudas que Diana ha contraído haciendo negocios con las drogas. Cuando se entera, Adela confronta a Teo en una escena cargada de reproches. Fue Siberia —la identidad travesti, escénica y luminosa de Aldo— quien intervino para protegerla, pero las heridas ya estaban abiertas.

Al día siguiente, Adela, destrozada por la infidelidad y el engaño de Teo, encontró a Aldo. En un intento por animarla, este le propuso acudir al concierto de la Escuela de Caminos vestida como Siberia, llamativa, fuerte, y luminosa, para ser el centro de todas las miradas. Adela aceptó, sin saber que sería su última noche. Su cadáver, como ya sabemos, apareció esa misma noche en un portal, muerta por sobredosis. Ric era el último que la vio con vida.

Al día siguiente de su muerte, la marquesa recurrió a Aldo (a quien conocía de los tiempos en los que ella misma quemaba las noches de Madrid) para vaciar el “cuarto de atrás” de su hija, un santuario privado que guardaba recuerdos, secretos y un olor insoportable. La madre, atrapada entre la culpa, por no haberle dado a su hija lo que necesitaba, y el instinto de preservar su imagen, exigió silencio a Aldo. Él salió a la noche, aturdido, y buscó a Ric, pero no lo encontró. Seguramente estaba todavía de fiesta.

Años más tarde, en 1983, Aldo agoniza, consumido por el SIDA, al cuidado de un Ric envejecido por las drogas. Un médico, avisado con antelación para “cuando llegara el momento”, le administró una inyección que le concedió una muerte tranquila. Ric, incapaz de liberarse, siguió inyectándose hasta el final de sus días.

En el fulgor eléctrico de la Movida, donde todo parecía nuevo y posible, la historia de Adela, Aldo y sus amigos es la otra cara de la fiesta: la de las lealtades rotas, la dependencia, las adicciones y la soledad. Porque a veces la música que inaugura una época también marca sus víctimas.

 

DATOS RELEVANTES: Enrique Llamas es un escritor español especializado en el mundo de la comunicación de las artes visuales, colaborando en diversos medios y escribiendo sobre literatura y teatro. Por su primera novela Los Caín, recibió el Premio Memorial Silverio Cañada al mejor debut de novela negra.

Todos estábamos vivos es una historia de corte sentimental, vibrante y melancólica a la vez, ambientada en los excesos de la movida madrileña, que supone un retrato coral y generacional de una época y, sobre todo, un estilo de vida. La obra está estructurada en capítulos que se desarrollan en diferentes líneas temporales, avanzando siempre de adelante hacia atrás, lo que permite reconstruir la historia a partir de las consecuencias y retroceder hasta las causas. Los personajes, procedentes de mundos sociales opuestos, confluyen en una misma noche que funciona como microcosmos de la época.

El marco visual de la ambientación en el Madrid de los 80 se complementa con una narración que combina la energía juvenil y libertaria de principios de los 80 con un trasfondo de tragedia, adicciones y pérdida de la inocencia, lo que permite un arco de desarrollo emocional y dramático de los personajes muy intenso. El contraste entre la luz de la libertad recién conquistada y la sombra de la heroína y el SIDA aporta un dramatismo natural que, lejos de demonizar una época, la retrata como lo que fue.

Lo que dice la prensa:

«Ningún lector de Los Caín, uno de los debuts más prometedores de la narrativa española de las últimas décadas, habrá dejado de esperar con ansiedad la segunda novela de Enrique Llamas. Estamos de enhorabuena». Almudena Grandes

«Uno de los mejores libros de este otoño, que consagra a Enrique Llamas entre nuestros grandes autores de ficción. A una narración que engancha de principio a fin se le unen las virtudes de una estructura sólida y un giro de guion absolutamente maestro que nos hacen reconocerlo como uno de los autores de mayor proyección de nuestro país». Maica Rivera, Literocio

 

POTENCIAL AUDIOVISUAL: Serie TV, Miniserie, Film, TV Film.

IDIOMAS DISPONIBLES: Español.

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